Jueves, 20 de enero de 2005.
RESERVA DE MBARACAYÚ | PARAGUAY
Turismo de aventura entre indígenas
EFE
MBARACAYÚ (PARAGUAY)
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Los bosques del parque Mbaracayú, la primera reserva de la biosfera reconocida a Paraguay y protegida por las Naciones Unidas, han sido abiertos al ecoturismo y a los amantes de los deportes extremos. Los más aventureros pueden recorrer senderos, hacer escalada en enormes saltos de agua, descender los arroyos en piragua o simplemente agudizar los sentidos para disfrutar del trinar de más de 400 especies de aves, muchas de ellas en extinción.
Todos aquellos que se decidan a visitar este magnífico parque natural podrán contemplar más de 2.500 especies de plantas de todo tipo, entre ellas una particular variedad de lapacho, árbol autóctono también amenazado y muy apetecido por los explotadores ilegales de madera.
Si bien la presencia de los visitantes fue autorizada en 2004 en el marco de un plan supervisado por las autoridades paraguayas y la organización no gubernamental Fundación Moisés Bertoni, a partir de este año la explotación turística del parque se pondrá en marcha.
Acceso limitado
La reserva, de 64.405 hectáreas y creada hace trece años, cuenta con infraestructura para albergar a 25 personas, «cantidad adecuada para un buen manejo de grupos y que la visita no pierda encanto», añade Salas, quien explica que la Fundación puede «detener todo el proceso» si el impacto es negativo.
Situada a 365 kilómetros al noreste de Asunción, en el departamento de Canindeyú, en la frontera con Brasil, el Mbaracayú representa el 17% de la superficie del denominado Bosque Atlántico del Alto Paraná, que comprende además reservas naturales en el sur de Brasil y el norte de Argentina.
El trayecto puede demandar más de siete horas desde Asunción con tramos de sinuosos caminos de tierra, aunque los operadores y los guías turísticos consideran que su inaccesibilidad forma parte del encanto de este tipo de travesías. «La ruta asfaltada trae el progreso, pero detrás de él amenazas para la adecuada preservación de la fauna y la flora de la reserva y de la comunidad indígena Aché», afirma Oscar Rodríguez, guía de la operadora que explota el programa.
Indígenas cazadores
La comunidad Aché, grupo de indígenas cazadores y recolectores que hasta 1978 no entró en contacto con la civilización, es parte de los atractivos de la visita a la reserva.
Los indios mantienen vivas las destrezas ancestrales en el uso del arco y el conocimiento de la floresta para la supervivencia.
Los Aché tienen la particularidad de que son apellidados con nombres de animal, alfabetizados en su propia lengua, el guaraní, y en español, y también hablan portugués, por la fuerte influencia brasileña en esta región de Paraguay.
Proteger la reserva
Entre 1999 y 2003, la región Oriental, la más poblada y fértil de Paraguay, perdió casi 500.000 hectáreas de bosques y, en contrapartida, ha acelerado el cultivo extensivo de soja, según datos del Fondo Mundial para la Naturaleza, la organización privada ecologista más grande del mundo.
La reserva está protegida por 18 guardabosques que se movilizan en una flota de motocicletas y vehículos todo terreno con sistemas de posicionamiento global (GPS) para registrar las novedades del recorrido diario.
René Palacios, otro biólogo del parque, asegura que últimamente la mayor amenaza para el contorno del parque ya no son tanto los cazadores furtivos y la proliferación de cultivos de soja sino los campesinos de los asentamientos aledaños que ingresan para cazar y talar el bosque.
Por ello, la Fundación, que opera con fondos provenientes de Estados Unidos y Europa, ha creado una comisión de 'Desarrollo Rural' para fomentar actividades agrícolas y de conservación en la propia colonia de los campesinos.
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