«No hay nada que el hombre tema más que el toque de lo desconocido», escribió Elias Canetti en una ocasión. En el viaje a Marruecos que se narra en este libro, realizado en 1954, el escritor se empapa del ambiente de los barrios más coloristas y ruidosos de Marraquech. Acaba de llegar de un Londres pretencioso y estirado, y se encuentra con una ciudad abigarrada, alegre y vitalista.
Premio Nobel de Literatura en 1981, Canetti escribe en este libro: «Paseaba, al ocaso de la tarde, por la plaza mayor del centro de la ciudad, y lo que allí buscaba no era su vistosidad y su viveza, con ellas ya contaba, buscaba un pequeño bulto marrón en el suelo que no sólo se reducía a una voz, sino a un sonido único».
Canetti, escritor nacido en Bulgaria pero criado en Inglaterra, Austria y Alemania, fue un viajero singular. Escapaba de los lugares comunes, y de las personas comunes, como si apestasen, y concentraba su atención en situaciones y personajes singulares. Esto no quiere decir que fuese un excéntrico o un maniático. Canetti recorrió el mundo por necesidad, primero, y por placer, después. Tal vez por eso sentía que todos los conocimientos, y todos los miedos, están en el camino.
Recorre los mercados (incluidos los de camellos) y se fija en todos los detalles, físicos y de comportamiento, de los personajes que pueblan la fascinante ciudad. El resultado de este trabajo de investigación, en el que el autor presta especial interés al concepto marroquí de la vida y de la muerte, de la desgracia y la fortuna, es un libro de viajes fascinante. Y breve: textos precisos, directos, e impresiones que reflejan de un modo profundamente personal la belleza de un mundo único. Una delicia.
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