Los que viajan saben que todo es cuestión de geografía. Muchos de los que no viajan, también lo saben. Nacer por encima o por debajo de un paralelo puede suponer que vivas la salud o la enfermedad, la educación o la ignorancia, la riqueza o la miseria. Nacer en un continente u otro hace que tus posibilidades de contraer malaria o sida se multipliquen por cien. Conocer otros lugares hace que pensemos en abierto, que dejemos de contemplar nuestros ombligos, que veamos el mundo como un lugar amplio y libre.
La expresión máxima de la geografía, donde siempre se ha mostrado más sublime y creativa, es la cartografía. Los mapas. La imagen de la Tierra, la visión del Universo, la presencia todopoderosa de la Galaxia. El libro de esta semana es un catalogo titulado «Tesoros de la Cartografía Española». La Biblioteca Nacional de España ha publicado, en una cuidada edición de gran tamaño, buen papel y magnífica reproducción, esta colosal guía, que incluye algunos de los mapas más hermosos, y también valiosos, de nuestro patrimonio.
Así, el libro se abre con un mapa de «T en O» del siglo XI, una obra sorprendente por su aparente sencillez gráfica y por la fantástica disposición de los océanos y los continentes. Después viene el mapa del mundo contenido en el Beato de Liébana de la Biblioteca Nacional, un ejemplar con más valor religioso que geográfico de grandiosa belleza. Y más tarde el Orbis Terrestris descriptio iluminado en 1592 por Christian Sgrooten, una de las obras maestras de la cartografía universal.
Así, de joya en joya, hasta el siglo pasado, donde el servicio geográfico y cartográfico del ejercito realizó algunos mapas tan importantes como el topográfico de Marruecos. Como colofón, una pequeña pero interesante muestra de instrumentos científicos, desde astrolabios y telescopios astronómicos a cuadrantes, brújulas, globos celestes y terrestres, sextantes e instrumentos de dibujo.
Un catálogo, en resumen, tan hermoso e importante como la exposición.
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