El escritor estadounidense Corman McCarthy es un coloso. Heredero de los mejores Faulkner y Whitman, ha sabido coger del primero la riqueza literaria y del segundo el lirismo. Tal vez por eso sus libros resultan tan épicos como las películas de John Ford, tan polvorientos como un blues de Robert Johnson y tan vigorosos como el trote de un semental. «Meridiano de sangre» es el mal en estado puro.
En esta brutal novela crea un universo despiadado y salvaje donde reina la violencia y los hombres son bestias desbocadas. «Meridiano de sangre» es el mal convertido en razón de ser, en el único Dios al que rendir cuentas. Los tres protagonistas, el chaval, el juez Holden y los héroes anónimos que se cruzan en su camino, pertenecen a la frontera. Un territorio de nadie entre Texas y México donde, a mediados del siglo XIX, los instintos son primitivos y las matanzas de indios y mexicanos habituales. Y es que con McCarthy el mundo se ve sometido a los valores de la naturaleza más primitiva, donde nada tiene sentido si no se sufre, se sangra y se muere. Por eso este libro goza la aureola de hechizo que crece en torno a la crueldad más abominable.
Todos los viajeros que cruzan la frontera entre México y Estados Unidos, o que visitan esos espacios mestizos a ambos lados de la línea, deberían leer este libro. Después nada es igual.
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